EL VARAL

Torreblanca conquista sevilla

El día no pudo ser más radiante. A la hora de la salida, el cielo era azul apenas salpicado por nubes de algodón. La temperatura, tras los fríos de semanas atrás, era propia de la primavera. Dentro de Santa Marina, el ambiente era de fiesta. Suena un aplauso y las caras de los hermanos eran de una emoción contenida. Sólo había que mirar a los ojos de Manolo Santizo para ver ahí reflejados los sentimientos de un barrio entero desplazado al Centro para acompañar a su Cautivo a la Catedral. A la hora prevista se abren las puertas y la luz del poniente de la tarde da de plano a la cruz de guía, que sale presurosa. Tras ella, un cortejo de 560 hermanos con cirio, larguísimo, que iban desfilando como si de un ejército se tratase. Una joven no puede contener las lágrimas al pisar la calle. Ahí está la importancia del Vía Crucis de las Cofradías que este lunes presidió Torreblanca. Un justo premio a un barrio de gente currante, honrada y solidaria pese a las dificultades y los estigmas. A las cinco de la tarde, las andas del Cautivo se mueven en Santa Marina y pisan la rampa. Suena «Christus factus est» y el contraluz desde atrás es imponente: el Señor recortado y envuelto en una nube de incienso. Va sobre el canasto de San Antonio, que parece hecho para las andas que se han realizado ex profeso para la ocasión. En la plaza, el Cautivo se para unos minutos, recordando la estampa vivida en 2013 cuando se frustró el Vía Crucis de la Fe, aunque el paso de misterio de Torreblanca sí se asomó a la calle. Y echa a andar. Justo en San Luis, una vecina del barrio con un recién nacido en brazos lo levanta y lo presenta: «Mira Miguel Ángel, éste es el Señor».